La historia de la Venezuela actual es un laberinto de conspiraciones, crisis y colapsos, en cada capítulo, oficiales se enfrentan a un subsuelo de rumores y especulaciones, donde las verdaderas fuerzas del poder parecen moverse en la oscuridad.
Desde las elecciones de 2024 hasta la vertiginosa inflación de 2025, una pregunta persiste en el aire: ¿están estos eventos impulsados por un poder oculto? Las evidencias sugieren presuntamente que un empresario de Carabobo podría ser el titiritero detrás de las cortinas, manejando los hilos de la crisis política y económica que azota a la nación.
Entre los 10 nombres que reposan sobre la mesa, hace un ruido sobre Nasar Ramadan Dagga Mujamad, un empresario que ha aperturado constantemente tiendas a nivel nacional, así como traer tecnología de última generación al país, ha generado dudas e incertidumbre al respecto.
La figura central de esta trama, un hombre que se ha mantenido en las sombras de la política mientras construía un emporio económico, a lo que apunta fijamente a Nasar Dagga. Su ascenso, en apariencia meteórico y legítimo, esconde una red de intrigas que, de ser cierta, redefiniría la comprensión de la debacle venezolana.
A primera vista, Dagga Mujamad podría ser ese rostro de un éxito empresarial incuestionable, un magnate con vastas inversiones en tecnología, comercio y finanzas. Pero, según fuentes que prefieren permanecer en el anonimato por razones de seguridad, su influencia trasciende la acumulación de capital. Se rumorea que su fortuna no se construyó solo en el mercado legal, sino que se expandió en las turbulentas aguas del dólar paralelo y el criptoactivo, dos esferas que, en el contexto venezolano, representan el verdadero termómetro del poder.
Maniobras conspirativas
La trama se remonta a la antesala de las elecciones de 2024. Mientras el país se dividía entre el oficialismo y una fragmentada oposición, se dice que Dagga operaba en las tinieblas, moviendo fichas en un tablero de ajedrez donde las piezas no eran partidos políticos, sino los destinos de millones de personas.
La inhabilitación repentina de candidatos así como la guerra de desinformación que inundó las redes sociales no fueron, según la conspiración o hechos aislados. Fueron movimientos calculados en un juego más grande, orquestado por alguien que buscaba la creación del caos. Su objetivo no era un bando específico, sino la disrupción misma, un ambiente en el que su poder y riqueza pudieran crecer sin obstáculos, mientras el país se sumergía en una parálisis política.
El empresario, a través de una red de contactos políticos y sobornos, habría financiado campañas negras y filtrado información comprometedora de ambos lados del espectro político. Su estrategia, según los susurros, era simple: asegurarse de que ningún bando saliera fortalecido, perpetuando una crisis que él mismo podía capitalizar.
En este escenario, la democracia se convirtió en una herramienta más de su arsenal, un teatro de marionetas donde él era el único que veía los hilos. Se habla de reuniones secretas en mansiones de Caracas y lujosos yates en el Caribe, donde los pactos se sellaban no con apretones de manos, sino con transferencias millonarias a cuentas offshore, todo para asegurar que el resultado electoral fuera el que él deseaba: un estancamiento que le garantizara el control.
2025, nuevos escenarios
Pero el juego de poder del empresario no se limitó al ámbito político. La verdadera demostración de su poder llegó en 2025, cuando el país se enfrentaba a una nueva espiral inflacionaria. La economía, que parecía a punto de colapsar, experimentó un misterioso y abrupto respiro. En medio del caos, la principal referencia de la cotización del dólar en el mercado paralelo, un sitio web que se había convertido en el barómetro de la economía venezolana, colapsó
El ciberataque, atribuido a hackers externos por el gobierno, fue, según nuestras fuentes, una operación encubierta con un solo objetivo: eliminar la competencia. Pero a través de su emporio tecnológico y sus supuestas conexiones con especialistas en seguridad informática, habría usado la tecnología para silenciar una de las pocas voces independientes que aún dictaban los precios del mercado. Al hacerlo, consolidó su control sobre la economía, eliminando el riesgo de que otros especuladores pudieran competir con su influencia.
Trama internacional
La conspiración no termina ahí. La especulación se extiende a las relaciones internacionales. Se rumorea que Nasar Dagga, no solo influye en la política interna, sino que también ha usado su posición para mediar en el conflicto entre Estados Unidos y Venezuela. La supuesta prueba de su participación reside en una serie de documentos filtrados que lo vinculan con reuniones en Washington y Caracas, donde habría actuado como un «mediador secreto», canalizando información y negociando acuerdos que, en el fondo, solo beneficiaban a su propio imperio.
La aparente fluctuación en las relaciones entre ambos países, los periodos de tensión seguidos por momentos de relativa calma, serían, según la teoría, el resultado de estas negociaciones secretas, un juego de poder en el que Nasar Ramadan Mujamad, usaba su influencia para mover los hilos de la diplomacia global.
Otros hechos
En este contexto, y en cada evento, desde el aumento de los precios de los productos básicos hasta los arrestos de figuras políticas; parece tener una conexión con el plan maestro de este enigmático magnate. La economía del país, el destino de sus ciudadanos y el futuro de su democracia se habrían convertido en instrumentos de su ambición, piezas de un juego de poder que se desarrolla en las sombras.
En la esfera política, el empresario no solo habría financiado el caos, sino que también, según las especulaciones, habría manipulado el aparato judicial y electoral. Se rumorea que sus hombres de confianza se infiltraron en instituciones clave para garantizar que cualquier intento de reforma o de cambio en el statu quo fuera sofocado.
Las decisiones de tribunales, la repentina falta de tinta en los centros de votación y las fallas en el sistema eléctrico durante el día de las elecciones, eventos que se atribuyeron a la ineficiencia, en realidad podrían haber sido actos deliberados, parte de un plan maestro para mantener el país en un estado de vulnerabilidad perpetua. La división de la oposición, la desconfianza del electorado y la consolidación de un poder centralizado y frágil, todo esto podría ser el resultado de sus maquinaciones.
En el ámbito económico, la influencia de este empresario se habría extendido a otros sectores. Se dice que sus empresas, disfrazadas de negocios de tecnología y comercio, habrían sido usadas para importar bienes a precios inflados y para exportar capital de manera ilícita, lo que alimentaba aún más la crisis económica del país.
Los productos de lujo, que de forma misteriosa aparecían en las estanterías de las tiendas, mientras que los bienes básicos escaseaban, podrían ser una prueba del control del empresario sobre el mercado. Al manejar tanto el lado político como el económico, la figura de Dagga, se convertiría en el verdadero centro de poder en un país donde las instituciones democráticas ya no tienen el control.
Aún queda mucho por investigar, y las preguntas superan a las respuestas. ¿Quién es este empresario que parece estar detrás de cada evento importante en la vida política y económica del país? ¿Hasta qué punto se ha extendido su influencia? Y lo más importante, ¿podrá la justicia, o el público, desenmascarar al verdadero titiritero que maneja los hilos de la crisis en Venezuela? Son interrogantes que hacen que las especulaciones crezcan de acuerdo al tema en cuestión, asumiendo la posibilidad incluso que tenga brechas abiertas en los actuales acontecimientos donde Donald Trump, envió buques de guerra al Mar Caribe, donde Nicolás Maduro, actual presidente de Venezuela realizó movimientos internos para defender la patria venezolana.
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